En junio es usual ver arcoíris en todos lados, en las marcas de ropa, centros comerciales, entidades del Estado, empresas, entre otros muchos sitios que con mucha facilidad extienden estos seis colores en apoyo a las personas LGBTIQ+, pero cuando finaliza este mes son los mismos centros comerciales cuyos guardias de seguridad persiguen y expulsan parejas del mismo sexo por expresar su afecto, son esas mismas instituciones las que invisibilizan, revictimizan y vulneran a esta población cuando acuden en busca del reconocimiento de sus derechos.
Se suele hacer la pregunta y ¿orgullo de qué? Y se piensa que es una marcha para exponer plumas, colores, las canciones de siempre y permitirse la locura y la alegría de los y las jóvenes, pero es mucho más que eso. Junio es el mes del orgullo LGBTIQ+ porque en la madrugada del 28 de junio de 1969 un grupo de hombres homosexuales, mujeres lesbianas y mujeres trans decidieron no tolerar más el abuso policial y se enfrentaron a un grupo de agentes de policía que hacía una redada en el bar gay Stone Wall Inn, en la ciudad de Nueva York en Estados Unidos.
Marsha P Jhonson, fue una mujer trans afro, que lideró los disturbios en Stonewall y lo que daría origen al mes del orgullo y a la marcha internacional del orgullo LGBTIQ+; ella participó junto con Sylvia Rivera, una mujer trans afro latina que no sólo estuvo en estas protestas, sino que juntas integraron organizaciones como el Frente de Liberación Gay y fundaron STAR, una asociación destinada a brindar albergue a jóvenes LGBTIQ+ y a trabajadoras sexuales en condición de vulnerabilidad. Desde entonces cada mes de junio, no sólo se elige un día en todos los países para pintar las calles de arcoíris y marchar celebrando la diversidad, sino que todo el mes se invita a la reflexión constante para el reconocimiento de los derechos de las personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas y su agenda política en cada Estado.
En Colombia la homosexualidad fue considerada un delito hasta 1980, cuando se despenalizó mediante la modificación del código penal de aquel entonces; en 1982 se realizó la primera marcha LGBTIQ+ en el país, en la ciudad de Bogotá, la cual partió desde la Plaza de Toros hasta la Plazoleta de las Nieves, participaron aproximadamente 32 personas. Lo que siguió después fueron décadas de lucha para lograr conquistas legislativas para personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas.
Hasta el 2011 dejó de ser ilegal mostrar afecto en público para parejas del mismo sexo y aun así existen prejuicios que criminalizan a quienes demuestran su amor en espacios públicos. El 2015 y el 2016 fueron años cruciales para el movimiento LGBTIQ+ colombiano, pues en el 2015 se aprobó la adopción de niños y niñas de parejas diversas y cinco meses después, el 28 de abril de 2016 se logró el matrimonio igualitario.
Si bien es cierto hay avances en el panorama de derechos humanos a nivel legislativo para personas LGBTIQ+ en Colombia, particularmente frente al reconocimiento de identidades trans y no binarias. Sin embargo, el prejuicio y discriminación contra personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas ocurren todos los días.
De acuerdo con la organización Caribe Afirmativo en el 2022 asesinaron a 42 mujeres lesbianas, bisexuales y trans en Colombia. El año pasado solo en un lapso de 18 días asesinaron a 12 jóvenes gays entre los 18 y 23 años en Medellín, siendo Antioquía el departamento que encabeza las cifras de violencias contra personas LGBTIQ+. Este caso se volvió mediático en el país y los medios de comunicación hicieron especulaciones sobre un asesino serial, sobre misterios propios de la trama de una serie, incluso en sus narrativas se atrevieron a criminalizar a estos jóvenes por el uso de aplicaciones de citas, patrón que se identificó en cada uno de estos crímenes. Pero no se trata de casos aislados, es un prejuicio estructural arraigado en la sociedad colombiana, en la institucionalidad, las personas del común y el mismo Estado, que suele acordarse de la existencia de las personas sexualmente diversas en junio solo para iluminar los palacios administrativos de colores.
A nivel internacional, ser una persona LGBTIQ+ sigue siendo objeto de persecución en 67 países del mundo, que incluyen sentencias que van desde unos meses en prisión hasta la pena de muerte. Mientras el resto de países están en procesos de transformar sus legislaciones a favor del reconocimiento de los derechos de personas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas, otros Estados están recrudeciendo sus políticas contra la población LGBTIQ+.
Por otro lado, recientemente Human Rigths Campaing declaró el estado de emergencia de los derechos de las personas LGBTIQ+ en Norte Global, porque se han presentado proyectos de ley que atacan los derechos de esta población, y de estos más de 220 perjudican los derechos de las personas trans. En su informe, dicha organización destaca que, en varios estados han prohibido hablar de la orientación sexual en las escuelas primarias y se han impulsado leyes para restringir el aborto y negar a las personas LGBTIQ+ atención en su salud física y mental.
Es entonces que cuando preguntan ¿y orgullo de qué? Orgullo de resistir y existir en un mundo que se esfuerza por criminalizar un amor opuesto al heterosexual. Orgullo de salir a la calle, de amar sin seguir la heteronorma, de identificarse fuera del binarismo, de ser y sentir desde la libertad. Orgullo de inspirar, incidir y transformar políticas y legislaciones para que los países sean cada vez más incluyentes y diversos. Orgullo de vivir por amor al arte, por soñar con una sociedad libre de miedos y prejuicios, para que un día absolutamente nadie, en ningún lugar de este planeta tema por su vida, solo por su forma de amar.
Luisa Gáfaro
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