Arauca

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Un río y dos países

Dicen que quienes son bañados por el río Arauca, quedan atrapados en estas tierras. Un río de 1.050 kilómetros que funge como frontera entre Colombia y Venezuela. Un río que se desborda por las lluvias y se mete entre las calles de la ciudad Arauca, capital homónima de este departamento.

Poco se habla de este territorio en las principales capitales del país. Muy poco se sabe que es el séptimo departamento menos poblado de Colombia, que solo está conformado por siete municipios o que es conocido como la tierra del joropo.

Tampoco se habla de que, al ser una de las fronteras con el vecino país de Venezuela, es uno de los departamentos que ahora enfrenta una gran crisis migratoria para la que ninguno estaba preparado, a pesar de que sus mismos habitantes reconocen que nunca hubo una frontera demográfica entre venezolanos y colombianos.

A Arauca llegan personas migrantes y migrantes retornados que vuelven a Colombia en busca de mejores oportunidades laborales, económicas y sociales debido a la crisis política y social que vive Venezuela.

A junio de 2021, más de 980 mil personas se habían registrado para acogerse en el Estatuto Temporal de Protección a Migrantes venezolanos, un mecanismo creado por el Gobierno colombiano para brindar protección y capacidad de respuesta a población migrante en materia institucional, social y económica.

Una de ellas es Dányira Yagurá, una mujer venezolana que emigró a Colombia con el propósito de construir un mejor futuro para ella y sus hijos. Y en esa búsqueda de un mejor futuro, esta mujer se convirtió en la líder de un asentamiento construido por migrantes venezolanos en el municipio de Arauca.

“Yo migré de mi país en el 2015, empecé viviendo en Brisas del Puente, otro asentamiento, así como este, pero por una inundación muy fuerte porque está a orilla del río, nos vimos en la obligación, un grupo de personas, de venir hacia esta parte del refugio. Hicimos una toma de unas pequeñas tierras que son parte del Estado y como el Estado es el pueblo y el pueblo somos todos, pues yo pues también hice parte allí”, cuenta Dányira.


En su proceso como líder, ha contribuido a la organización no solo social sino física del barrio, adecuando calles, ingresos, acceso y, como ella misma lo dice, poniéndole un poquito de amor a su comunidad.


Actualmente, está vinculada al desarrollo de proyectos productivos que se lleva a cabo entre Oxfam Colombia y Apoyar, organización aliada de Oxfam en Arauca. Con ellos, Dányira le apostó al proyecto de gallinas ponedoras, con el propósito de lograr un empoderamiento económico y financiero.

“Es un proyecto que agradezco mucho porque, incluso, con esta situación de ahorita, a veces no hay carne, pero pues yo cojo un huevito para mi hija, un huevito para mi hijo, y pues tenemos el almuerzo, la cena y quizás las 3 comidas seguras. Entonces ya uno como que económicamente se va descansando”, relata.

Pero el proyecto de gallinas no es el único que se desarrolla con mujeres migrantes. Otro grupo del barrio, liderado por Videlia del Carmen Rojas Ruiz, mujer indígena y migrante venezolana, quien en este asentamiento tiene un taller de confecciones.

“Inkabim Confecciones” dicen los pendones ubicados en tres casas del sector. Máquinas de coser básicas y fileteadoras, hilos de todos los gramajes y colores, cierres, botones y hebillas. Todos estos elementos adornan las casas de madera y costal improvisadas que estas mujeres construyeron en el asentamiento El Refugio.

“Soy emprendedora, soy parte de un proyecto que fue liderado por Oxfam y Apoyar. Llegué acá al departamento de Arauca en el año 2019 y pues llegué con ese proyecto de emprender con lo que yo ya sabía hacer, coser. Para mí ha sido muy importante porque puedo ayudar a muchas mujeres, pude adquirir otras máquinas más y mis compañeras y yo nos unimos en asociatividad y generamos otros empleos”, cuenta Videlia.


Desde pequeñas costuras como arreglar la manga de una blusa o la bota de un pantalón, hasta confeccionar vestidos para fiestas y uniformes escolares. Este grupo de mujeres migrantes y retornadas, en su mayoría madres cabeza de familia, trabaja día a día por buscar una independencia económica y el empoderamiento femenino para sacar a sus familias adelante.


A cada una de ellas se les quiebra la voz cuando recuerdan la vida que dejaron en Venezuela, el hecho de pensar que solo un río los separa de su tierra y su familia, es el motivo que las impulsa a trabajar día a día por construirse y construir comunidad, con el anhelo de un día regresar a su patria.


Desde Arauca, Colombia, Dányira le dice a todos los migrantes y migrantes retornados que, “llevamos una bandera en el corazón y que muy aparte de cualquier situación que se nos presente, nosotros jamás, jamás vamos a hacer parte ni formaremos parte de la violencia. Un beso y un abrazo a todos y que este pensamiento va directo al corazón”.

Escucha las voces de las personas que construyen paz en Arauca