Putumayo

El camino de la mujer sabedora conduce a la paz

 “Una mujer sabedora no solo dice, una mujer sabedora hace y enseña”. Esta frase explica por qué, antes de comenzar a hablar, María del Rosario o mamá Charito, como le dicen sus compañeras, se atavió con el rebozo verde, su mochila y un cascabel de semillas que al agitarse da la impresión de que un chorro de agua se le escurre entre las manos. Aún en silencio, todo en ella es un símbolo del liderazgo que ha ejercido por 20 años como integrante de la Asociación de Mujeres Sabedoras de la Medicina Tradicional Asomi Chagra de la Vida. 

Mamá Charito saluda en Kamëntsá, la lengua del pueblo al que pertenece. “Es el legado que han dejado los abuelos, las mamitas sabedoras y es el principio de la identidad cultural como pueblos”, dice. Su voz suave contrasta con la lluvia que golpea insistentemente sobre el techo de la sede de Asomi en Mocoa. 

Esta Casa de Encuentro, como le llaman las mujeres, es hoy el lugar de reunión de las mujeres pertenecientes a los pueblos Inga, Koreguaje, Siona, Kofán y Kamëntsá que integran la organización que se han encargado de cuidar y cultivar no solo las plantas medicinales sino los saberes y las voces de las mujeres que, por mucho tiempo, permanecieron relegadas o al decir de Charito, “como apagaditas”. Los retratos de todas las abuelas que acudieron a ese llamado cuelgan de las paredes del auditorio construido en forma de útero en el que las mujeres de Asomi se reúnen. 

Charito era todavía muy joven pero desde los inicios de la organización se encargaba de tomar los apuntes para su madre, mamá Conchita, una de las fundadoras. Ella, que ejerció durante años como representante legal, recuerda que fue el taita Francisco Piaguaje quien visionó la organización y manifestó que la esperanza para los pueblos indígenas estaba en el saber de las mujeres. Para él era importante que se juntaran para transmitir los saberes de generación en generación y construir un camino. 

Desde entonces, las mamitas se han dedicado a fortalecer la espiritualidad como eje fundamental para el cuidado de la Amazonía. Encuentros de intercambio, ceremonias espirituales y armonizaciones con plantas, han sido la forma de mantener vivo el legado milenario de las sabedoras, a pesar de que históricamente ha sido desconocido de diferentes maneras. 

Charito considera que todo tiene que ver con la comprensión. Antes se hablaba de los taitas sabedores pero el saber de la medicina de la mujer, aunque ahí estuviera, no era visible ni siquiera para ellas mismas pues, como mujeres indígenas, han vivido tantas violencias que han tenido que convencerse a sí mismas del impacto de su trabajo. “Hemos sido como la gota de agua que gotea y gotea hasta que perfora la roca con su permanencia y perseverancia”, afirma. 

En este proceso, Charito destaca que el proyecto Voz y Liderazgo de las Mujeres – Colombia llegó en un buen momento y ha contribuido al fortalecimiento organizativo a través de la definición de temas prioritarios para hacer incidencia y ocupar los espacios que les corresponden a las mujeres indígenas en escenarios donde se toman decisiones que impactan la Amazonía. Ha sido la persistencia y la formación lo que ha impulsado la voz de las mamitas hasta diferentes escenarios locales, nacionales e internacionales para plantear una mirada amplia sobre la defensa del territorio, el agua y la vida. 

Esta mirada pone en valor el conocimiento de las abuelas y está inspirada en la conexión de la naturaleza. Las mujeres de Asomi comprenden la importancia de defender la vida basadas en la conectividad territorial a través del agua. Para ellas la paz seguirá siendo un deseo si nos resistimos a entender que las afectaciones en el Alto Putumayo generan también consecuencias en el medio y bajo Putumayo, pues desde la cosmovisión indígena el territorio es uno solo y no está fragmentado.  

Por eso el camino de la mujer sabedora es el mismo que conduce a la paz. No divide sino que integra y las mujeres que lo recorren no hablan solo por ellas sino por los ríos y los animales, el aire, el agua y las futuras generaciones; sus voces son las de la misma Madre Tierra que, a través de las plantas sagradas les ha encomendado una gran labor: hablar para evitar que la sigamos matando.  

Acceder a la tierra para vivir en paz

Las integrantes de la Asociación de Mujeres Sabedoras de la Medicina Tradicional Asomi Chagra de la Vida, se han encargado de sembrar plantas nativas y medicinales para recuperar los terrenos aledaños a su sede en Mocoa. En este lugar, en el que han trabajado 65 mujeres sabedoras de cinco pueblos diferentes, no solo crece la Reserva Natural de la Sociedad Civil – Mamakunapa, sino la fuerza espiritual que les permite liderar la defensa de la vida a través de la recuperación de tierras y la expansión de chagras a lo largo y ancho de los departamentos de Putumayo y Caquetá. 

Paola Chindoy camina bajo la llovizna incesante de la mañana. Con una gran sonrisa habla de la transformación del terreno que recorre, pues donde hoy queda Asomi antes había un monocultivo de caña. Ella cuenta con orgullo cómo es que esa tierra, que antes era seca e infértil, ahora luce reverdecida. “Aquí se ha hecho un ejercicio de recuperación de semillas. Hay muchas plantas que traen las mamitas desde los territorios y las siembran ellas mismas”.  Muy cerca de Paola suena el canto del pájaro mochilero, característico de la Amazonía colombiana. 

Para la cosmovisión indígena, la chagra no solo es el centro de la vida agrícola sino el lugar de aprendizaje de la vida social y espiritual. La chagra es ese lugar común donde se siembran los alimentos, la medicina, las flores, los árboles frutales y maderables y donde se cultivan las especies menores como las gallinas, los cerdos y los conejos. “En la chagra aprendíamos a contar, de ética, sociales, biología. La chagra es la vida”, resume Paola. 

Sin embargo, la vida alrededor de las chagras y los territorios de los pueblos indígenas se ha visto interrumpida no solo por el conflicto armado, sino también por los intereses económicos relacionados con conflictos socioambientales que incrementan la incertidumbre para garantizar la vida en armonía con la naturaleza. Por ejemplo, los efectos del cambio climático son notorios en las transformaciones de la tierra y los ríos, pero también en las formas de vida de las comunidades, especialmente de las mujeres, la niñez y la juventud. 

Mientras camina por la Chagra de la Vida identificando cada planta, la mamita María Luz Piaguaje, también integrante de Asomi, cuenta que la tranquilidad es hoy un recuerdo. Ella huele y observa las hojas y revisa los tallos de los arbustos mientras relata que hubo un tiempo en el que vivían en paz y tranquilidad: “andábamos donde queríamos, por las selvas, a las pescas, a las playas, a los ríos en canoas y nadie nos prohibía”. Pero ahora es diferente. 

En una carta enviada al Relator Especial de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, las mujeres de Asomi insistieron en cómo la pérdida de los territorios y la limitación del uso del suelo ha acrecentado la deuda histórica con las mujeres en relación a la posesión de la tierra: “las mujeres protegemos el territorio pero no podemos acceder a él para cuidarlo”, precisaron. 

En dicha comunicación advirtieron también sobre cómo la tenencia de la tierra influye directamente en la permanencia de sus saberes, en la soberanía alimentaria e incluso en la prevención de las violencias de género, pues “poseer territorio permite que las mujeres cuenten con autonomía e independencia económica”. 

Cuidar la tierra es cuidarse a sí mismas

Maria Rosario es la mamá de Paola. Desde muy joven entendió que “antes en el tiempo crudo, no había que alzar la voz pero ahora sí”. Ella, al igual que su hija, es una de las mujeres sabedoras de Asomi que se ha convertido en portavoz de la organización en diferentes espacios de incidencia local e internacional. Parte de su trabajo es llamar la atención sobre la protección de la vida de la Madre Tierra y los efectos que los cambios en el territorio causan en la vida de las mujeres:  “anteriormente las mamitas trabajaban todo el día en la chagra, pero hoy con los calores solo pueden hacerlo unas horas en la mañana”, explica. 

Sentada en la sede de Asomi en Mocoa, Charito, como la llaman de cariño, dice que las abuelas no saben del cambio climático pero sienten todos sus efectos. Además, enumera con los dedos todos los riesgos que la organización ha identificado en el territorio durante sus más de 20 años de trabajo: “van desde las fumigaciones con glifosato, la contaminación del agua, la deforestación causada por la minería, la expansión de la frontera agrícola hasta los mega proyectos que atraviesan el territorio con carreteras, redes y antenas de telecomunicaciones, la compra de tierras por extranjeros, el turismo implementado por personas extranjeras, la negación al derecho de la consulta previa, la pérdida de sus saberes ancestrales y las bases militares.  

Para enfrentarlos, Asomi ha desplegado una estrategia para recuperar tierras y constituir chagras como forma de ampliar su territorio. Durante los últimos años las mujeres sabedoras se han enfocado en fortalecer 49 chagras y han adquirido cerca de 63 hectáreas de tierra para convertirlas en áreas de conservación en los departamentos de Putumayo y Caquetá. Al tiempo que han optado por transformar las plantas en productos como jabones, esencias o champús que luego comercializan, y de esta forma se protegen de la dependencia económica. 

 A estas iniciativas se suma el deseo de que las abuelas, que por tanto tiempo han trabajado la tierra, sean finalmente dueñas. Paola menciona este nuevo plan con ilusión, pues sabe que muchas de ellas están enfermas o tienen una edad que ya no les permite trabajar en las tareas del campo. Por eso, aunque la posesión legal de las tierras y la conservación sigue siendo un reto en el país, Asomi sueña con consolidar estas iniciativas. Son la manera de retribuir a las mujeres indígenas el empeño puesto en cuidar, generación tras generación, las semillas y los ríos; en insistir en la armonía con la naturaleza como única forma posible de alcanzar la paz. 

¡Escucha las voces de quiénes construyen paz en el Putumayo!