En los territorios del Macizo colombiano, la Amazonía y el Pacífico, las voces de mujeres rurales resuenan ahora con más fuerza. A través del diplomado de participación e incidencia política, realizado en el marco del proyecto Voz y Liderazgo de las Mujeres – Colombia y co- creado con el Instituto de Estudios Interculturales de la Universidad Javeriana de Cali.
Se realizaron dos diplomados, en el primero participaron 62 lideresas de 12 organizaciones que fortalecieron sus herramientas para incidir, exigir sus derechos y transformar sus realidades. El segundo se realizó con 35 lideresas de FENSUAGRO y de la Plataforma de Incidencia Política de Mujeres Rurales, con énfasis en gobernanza de la tierra y el ambiente. Ambos procesos aportaron al fortalecimiento organizativo y político de mujeres rurales en Colombia.
Esta historia de cambio resuena a través de las voces de: Rosario Chiqunque, “Mamá Charito”, de ASOMI y Marcela Cabrera del Proceso de Mujeres Maciceñas – CIMA. Sus territorios están separados por 265 kilómetros de trochas, pero conectados por los ríos Putumayo y Caquetá que nacen en el Macizo y desembocan en el Amazonas, y por una lucha común: la defensa de la vida, la tierra y la dignidad humana.
Incidir con más fuerza
Antes del diplomado, ambas organizaciones realizaban acciones de incidencia: participaban en espacios de toma de decisiones, presentaban sus demandas ante las instituciones y alzaban la voz por los derechos de las mujeres rurales. La formación les permitió ir más allá: construir planes de incidencia política claros, pertinentes y con respaldo normativo y técnico. Comprendieron la dimensión política de su acción y la fortalecieron con argumentos, conocimientos legales y análisis de contexto. “Sin comprender la palabra incidencia, nosotros participábamos de los espacios, de audiencias públicas, de escenarios donde posicionábamos la voz de las mujeres. Después del diplomado entendimos que para incidir necesitamos conocer las normativas que nos respaldan” Mamá Charito, ASOMI.
“Creíamos que las administraciones nos hacían un favor al escucharnos. Pero no es así. Tener argumentos nos permite exigir con claridad y no dejarnos embolatar” Marcela Cabrera, Maciceñas.
Planes para transformar el territorio
Cada organización diseñó colectivamente su plan de incidencia, ajustado a su contexto y necesidades reales. ASOMI se enfocó en la defensa del territorio, la soberanía alimentaria, la salud y el impulso a emprendimientos productivos. Las Mujeres Maciceñas priorizaron la atención a las violencias basadas en género, el acceso a la tierra como parte de su propuesta de vida digna y el fortalecimiento de la producción local.
Estos planes se construyeron desde la escucha colectiva y fueron aprobados por consenso, convirtiéndose en hoja de ruta para sus apuestas políticas.
El conocimiento como un río
Las siete Mujeres Maciceñas que participaron en el diplomado realizaron por iniciativa propia réplicas de lo estudiado mediante encuentros regionales en los que reunieron a cerca de 60 compañeras. Posteriormente, con el apoyo financiero del proyecto, ampliaron este ejercicio a 100 mujeres en los municipios Timbío, Patía y Bolívar, y luego lo siguieron replicando con otros municipios. Esto fortaleció la confianza entre las mujeres, potenció nuevos liderazgos y fomentó la participación de voceras en espacios estratégicos de toma de decisión. «Los planes de trabajo han hecho que los liderazgos permanezcan activos en las dinámicas organizativas desde lo local y regional, potenciado y fomentado que nuevas mujeres asuman responsabilidades de representar en diferentes escenarios de formación, articulación, exigibilidad e incidencia” (Marcela Cabrera, Proceso de Mujeres Maciceñas).
Las mujeres llevaron a su territorio los conocimientos adquiridos, como un río que transporta en sus aguas la fuerza de las mujeres. En los encuentros de réplica reforzaron sus habilidades como facilitadoras y recibieron retroalimentación de las participantes, lo que les permitió adaptar el plan de incidencia y sus acciones a sus realidades.
Mejoraron su conocimiento sobre rutas de atención a violencias basadas en género y lograron articularse con instituciones como la Defensoría del Pueblo, logrando respuestas más efectivas en términos de atención psicosocial y acompañamiento jurídico para mujeres víctimas.
Para mitigar las violencias relacionadas con el conflicto armado —que amenazan la labor de defensa de derechos humanos y han cobrado la vida de dos de sus compañeras, las Mujeres maciclenas, junto a otras organizaciones sociales, participan en la implementación del Programa Integral de Garantías para Mujeres lideresas y defensoras de derechos humanos; fueron vinculadas al estudio de medidas específicas para la protección (Decreto 660), un esfuerzo de las organizaciones sociales y las plataformas de derechos humanos que se materializó en 2018.
También lograron incluir en los Planes Municipales de Desarrollo de Timbío, Patía y Bolívar acciones de prevención y atención a Violencias Basadas en Género, apoyos para las actividades de producción agrícola de las mujeres. En cuanto a temas ambientales, en el Plan de Desarrollo Municipal de Almaguer se logró la entrega de un terreno para una comunidad energética liderada por las Mujeres Maciceñas, en la que se promueven alternativas de generación de energía de forma sostenible y comunitaria.
Recorrer el territorio para transformar
En ASOMI, las siete mujeres que participaron del diplomado, junto con las comisiones “Defensoras del territorio” y “Aprender para crecer en resistencia” diagnosticaron las principales vulneraciones a sus derechos como mujeres indígenas, originadas principalmente por conflictos socioambientales relacionados con las industrias extractivas en el Putumayo. Diseñaron estrategias de incidencia que incluyen acciones pedagógicas, de comunicación pública y diálogo político con autoridades indígenas e instituciones nacionales e internacionales, elevando la voz de las mujeres indígenas “por la defensa del territorio y el agua por la vida y la transmisión de los conocimientos y saberes ancestrales para la existencia de los pueblos” (Mamá Charito, ASOMI.)
Las mujeres de Asomi han logrado pocisionar con mucha más fuerza en la agenda pública mensajes sobre el impacto ambiental, en particular el daño a las fuentes hídricas, el riesgo social y a la vida que generan las actividades extractivas en el territorio. Sus propuestas y exigencias fueron presentadas en el Foro Social Panamazónico, evento anual que reúne a organizaciones de nueve países por la defensa de la Amazonía; actuaron como panelistas en eventos internacionales sobre protección de la biodiversidad y el ambiente, como la COP16 y los eventos relacionados con el cumplimiento del Acuerdo de Escazú.
Otro resultado importante fue la ampliación de la reserva de la sociedad civil Mamakunapa, y su participación en la Red Nacional de Agricultura Familiar, en la que visibilizan propuestas de soberanía alimentaria, conservación de las chagras y la medicina ancestral a través de las plantas.
Sus voces amplificadas
Gracias a la formación en cabildeo interno y diálogo estratégico, ambas organizaciones consiguieron mayor respaldo en espacios tradicionalmente masculinos. Las autoridades indígenas y campesinas ahora reconocen su liderazgo y sus propuestas son tenidas en cuenta en la toma de decisiones. “Nuestras autoridades de los territorios reconocen más el proceso de Asomi y hemos logrado una concertación para el desarrollo de las actividades en temas de defensa y protección del territorio y el agua para la vida.” (Mamá Charito, Asomi.)
“Entonces eso ha sido una brega [lucha], porque en un contexto de una organización mixta, donde siempre han estado los compañeros llevando estas vocerías, ya hoy nosotras tenemos un espacio, un reconocimiento y unos liderazgos dentro de la organización regional.” (Marcela Cabrera, Mujees Maciceñas).
“Soñamos como mujeres indígenas y campesinas”
Mamá Charito sueña con ser autoridad del gobierno propio. Desde ASOMI buscan crear una escuela de formación permanente y un Tribunal de Mujeres para la Defensa del Agua, que brinde acompañamiento jurídico y espiritual desde una mirada intercultural, permitiendo su interpretación en lenguas maternas.
Marcela, junto con sus compañeras, continúa apostándole a la paz, sumando alianzas que transformen las propuestas de vida en políticas públicas que garanticen derechos y la permanencia digna en el territorio.
Gracias al diplomado, ambas las organizaciones construyeron planes de incidencia política pertinentes y ajustados a sus realidades, que hoy guían sus apuestas políticas. Este proceso fortaleció la confianza entre las mujeres, promovió una participación más pertinente, analítica y cualificada en espacios de toma de decisiones. Como resultado, han ganado reconocimiento por parte de las autoridades locales, en algunos casos nacionales e internacionales. Además, ampliaron su relacionamiento con otras organizaciones, potenciando acciones conjuntas de incidencia. A nivel individual, las lideresas desarrollaron mayor empoderamiento, liderazgo y seguridad para hablar en público y defender sus propuestas, consolidando aún más su rol como defensoras del territorio.