Caquetá

Conocer la Amazonía para defenderla

Las integrantes de Asudelma y Funmapaz, dos organizaciones de mujeres en Florencia, se adentran en la Amazonía y aprenden de ella. A través de una colección de lencería hecha con estampación botánica y un documental sobre el cuidado del agua, aspiran a que el mundo entero escuche la selva y entienda que protegerla no es una tarea exclusiva de las mujeres. 

Los trabajos cotidianos y las violencias que enfrentan las mujeres en Caquetá, tal vez les había impedido reconocer la biodiversidad y la riqueza hídrica del lugar en el que viven las integrantes de la Asociación mujeres sueños del mañana, Asudelma. 

 “Aprender de las plantas fue algo nuevo”, dice Yolanda Álvarez, de Asudelma. Conocer las especies, sus propiedades, saber cómo cuidarlas y experimentar cómo estampar con ellas le dio un impulso al igual que a sus compañeras que con paciencia y creatividad, experimentaron hasta encontrar el tinte preciso de cada una de las piezas que hacen parte de Renacer Amazónico, una colección de lencería que busca compartir el mensaje de la preservación de la selva al tiempo que se fortalece la autonomía económica de las mujeres. 

Si bien las mujeres de Asudelma antes cosían sábanas para tener un ingreso, ahora las hojas de la mata de yuca, la pata de vaca, los helechos, el guamo, la ceiba, el caimarón o la sangre de drago se despliegan y convierten las telas blancas en un lienzo. Renacer Amazónico es una oportunidad para conocer más sobre ese lugar del que depende el 20 por ciento del oxígeno de la tierra. 

Sus manos diseñan y acomodan las hojas que han recogido cuando se caen de los árboles. Según Yuliana Castro, muchas están en extinción y otras son medicinales o alimenticias. Algunas cambian de color al estamparse, segú la fase en la que está la luna. De eso también se han dado cuenta juntas durante el proceso de fortalecimiento en el que, en alianza con Tierrapoderosa y Oxfam Colombia, las más adultas junto a las jóvenes encontraron en la estampación botánica una forma de renovar su producto y su vocación de cuidadoras de la naturaleza. 

Yuliana piensa que hacer parte de Renacer Amazónico es darse cuenta de que las mujeres y la Amazonía son sometidas a las mismas violencias: el silenciamiento, la explotación, el maltrato. “Pero aún así retoñamos”, dice con el ímpetu de quien descubre una verdad. Mientras tanto su mamá, su tía y las demás socias de Asudelma disponen las hojas y envuelven la tela en un tubo. Luego, la sumergen en un cilindro en el que entra en contacto con el vapor y así se fijan las formas y los colores. Después de unas horas, la escurren y luego del secado, las mujeres sonríen al ver cómo, una vez más, ha ocurrido la magia del estampado ecoamazónico. 

 El resultado recoge sin duda su interés por aprender más, por tener independencia económica y sobre todo, por compartir con el resto del mundo la belleza y la urgente necesidad de hacer del cuidado de la Amazonía un propósito común. 

Resistir como la Amazonía

Lo que las mujeres de Asudelma descubrieron con el estampado de plantas, las jóvenes de la escuela audiovisual amazónica de Funmapaz lo hicieron con las cámaras de video con las que grabaron el documental “Reflejos”, un proyecto que hizo parte del proyecto Comunicarte, con el acompañamiento de Oxfam Colombia y en alianza con Tierra Poderosa.  

Para realizarlo, algunas de ellas se embarcaron hasta lo profundo de la selva y allí, atestiguaron los efectos de la deforestación y la contaminación del agua, incluso en lugares remotos. Deicy Carvajal, integrante de la escuela, relata que “el documental es súper fuerte y busca decirle al mundo que hay unas mujeres muy valientes y fuertes, que al igual que la Amazonía están resistiendo”. Ella cree que el valor de las imágenes está no solo en el archivo sino en que son hechas también por mujeres amazónicas. 

Magaly Belalcazar, líder de la organización Funmapaz a la que pertenece el proceso de la escuela audiovisual, resalta como un gran logro que el documental les diera a las jóvenes la oportunidad de conocer su propio territorio: “encontrarse con otras mujeres que cuidan la Amazonía pero que no son tan visibles”. Magaly, que ha dedicado tantos años a liderar la lucha por los derechos de las mujeres y la defensa del territorio, no puede dejar de esbozar una sonrisa de satisfacción mientras lo cuenta.  

Para ella, esta escuela audiovisual de mujeres amazónicas representa no solo un cambio generacional en los liderazgos de la organización, sino la posibilidad de que el mundo se entere del impacto real de los intereses económicos a través del trabajo de estas jóvenes cineastas. 

 “El mundo tiene que escuchar las voces de las mujeres para que escuche el río, la selva, las voces que están en el territorio”, afirma.  

Deicy Carvajal, quien se encargó del sonido en el documental, explica que el mensaje es que se pueda entender que las mujeres no ven la Amazonía como una mercancía. Deicy mira a su alrededor y ve que van cruzando unos pequeños monos de rama en rama; señala las plantas que la rodean, el agua que baja por la quebrada La mochilero y exclama: “este es nuestro hogar, nosotras vemos la Amazonía como nuestra casa”.  

Deicy destaca también que para que el mensaje de resistencia llegue como debe ser, es fundamental que las mujeres reciban formación en producción audiovisual, pues en el departamento del Caquetá es un oficio dominado mayoritariamente por hombres y esto inevitablemente influye en los contenidos. Recuerda que varias veces intentaron contratar mujeres para sus videos pero no lo lograron porque no había mujeres capacitadas. “Nos hemos dedicado a trabajos de cuidado históricamente, pero ahora con la escuela audiovisual nosotras tenemos también una posibilidad para nuestra libertad económica”, destaca. 

 Así es como las mujeres amazónicas han aprendido del agua y de las plantas a retoñar y resistir. Ahora, con el trabajo de sus manos y la fuerza de su voz buscan que el mundo conozca y asuma el cuidado de la Amazonía como una tarea pendiente de toda la humanidad. 

 

Cuando la comunicación protege a las mujeres

Las mujeres que hacen parte de Comunicarte en Caquetá están orgullosas de haber perdido el miedo a las cámaras y los micrófonos. Ellas, que durante años se han encargado de cuidar y proteger un territorio asediado por el extractivismo y las violencias, ahora ven la importancia de encontrar la palabra exacta o el mejor ángulo para contar lo que ocurre en sus vidas y sus comunidades.  

“Hemos identificado que no hay un reconocimiento del papel que ellas tienen en el cuidado de las personas, del agua, de la biodiversidad en la Amazonía”, explica Nubia Chacón, Directora de Corpomanigua, una organización que desde el 2022, con el acompañamiento de Oxfam Colombia y en alianza con Tierrapoderosa, desarrolló un proceso de fortalecimiento en redacción y periodismo investigativo con varias organizaciones de mujeres de todo el departamento. 

Quienes participaron de Comunicarte no solo aprendieron herramientas para tomar fotos con sus celulares o grabar testimonios sobre lo que ocurre en sus territorios, sino que se dieron cuenta de “que cuando una mujer está detrás de la cámara viendo a la otra se está encontrando ella misma”, dice Mariana García de Corpomanigua. Ella, que es comunicadora de profesión, sabe de la fuerza que tiene acercarse a las vidas de otras mujeres: “se empieza a reconocer que no está sola y que está haciendo cosas importantes, sobre todo en esos territorios donde la voz de la mujer ha sido invisibilizada”, cuenta.  

“Muchas veces callamos lo que nos pasa, muchas veces nos callan pero en estos procesos nos enseñan que las mujeres tenemos derechos y podemos hablar”, dice Jinet Falla, integrante de Amurdefhem, una organización que defiende la quebrada La Mochilero en Florencia. Y es que en medio de los quehaceres diarios y el conflicto armado que ha marcado esta región del país, existen muchas mujeres que solo han tenido el silencio como opción. 

Olga Arenas se identifica hoy en día no solo como lideresa y modista sino también como periodista local de San Vicente del Caguán. Incluso, integra la red de periodismo participativo Consonante creada por la Fundación para la Libertad de Prensa en Colombia. Olga, que proviene de un lugar del que el resto del país sabe muy poco, cree que es necesario visibilizar a las personas de su territorio contando las historias con las palabras propias de la gente y los sucesos de una manera explicada. De esa manera, la comunicación se ha convertido en su experiencia en una forma de visibilidad y protección. 

Identificar los riesgos juntas

Quienes pertenecen a Corpomanigua tienen claro que la historia del departamento del Caquetá ha estado asociada a diferentes prácticas violentas y que la comunicación es una de las formas  que han encontrado para impulsar el cambio de imaginarios arraigados. Nelson Hoyos, presidente de la Junta Directiva de Corpomanigua, explica que Caquetá ha sido colonizado a partir de olas extractivistas: la del caucho, la quina, el cedro y la coca y esto ha hecho que sea un territorio peligroso para las mujeres y la naturaleza. “Estamos en un territorio que ha sido dominado por una idea machista, extractivista, patriarcal que debemos cambiar”, afirma con convicción. 

Estos conceptos toman forma en el día a día. Fuentes de agua contaminadas, hectáreas de selva deforestadas, ganadería y monocultivos extensivos, reclutamiento forzado, explotación laboral, violencia intrafamiliar, embarazos no deseados, feminicidios.  

Leidy Barragán ha observado cómo las mujeres en su zona de reserva campesina viven el machismo. “Allá les toca igual el trabajo del campo, llegan de laborar a hacer comidas, a hacer los quehaceres de la casa, o sea, trabajan y siguen trabajando durante la noche”. Mientras que Alejandra, integrante de Voces del Pato, resalta cómo en su comunidad cómo la comunicación busca ser una opción de protección para las personas más jóvenes, “que no solamente es la guerra, no solamente es irse con un hombre o con una mujer mucho mayor y tener hijos”, afirma.  

Al final, todas las violencias están conectadas y por eso es tan importante que las mujeres hablen entre sí, se encuentren y cuenten lo que les pasa entre ellas lo que sucede en sus familias y comunidades. Que tengan a la mano el botiquín de autocuidado, que construyeron en el proceso para acompañarse y para saber qué hacer frente a la angustia, el miedo o cualquier situación que antes enfrentaban solas. De esa manera, como dice Mariana, “la comunicación es nuestra manera de prevenir los riesgos nuestros y del territorio”. 

Es así como se busca y se construye la paz entre las mujeres de Caquetá.  Mirándose la una en el espejo de la otra para contar juntas una nueva historia.